lunes, 7 de septiembre de 2009

Creación


Los hombres tuvieron la visión, le llamarían Almería.
Bajaron de las sierras, y unidos levantaron el faro, como un ojo de la luz en las tinieblas de la creación. Ahí mismo, justo donde se unían dos franjas rojas en la tierra, construyeron el puerto con las rocas que trajeron.
Unos, hicieron sus barcos de pesca y los acomodaron en una larga fila de colores. Otros, trenzaron las redes y las echaron esperanzados en que la Virgen los cuidaría en cada día, en cada regreso.
Entre el puerto y el cielo construyeron mercados, templos y caminos.
Cuando el sol hubo caído, entraron en sus casas, alargando la noche con antiguos cantos que aún recuerdan los más viejos.
Las estrellas brillaron con fuerza por un momento, cumpliendo el deseo azul.
Luego Dios, vio el trabajo de los hombres, y puso el Mediterráneo cayendo del río Andarax.

(Participó del concurso de los 100 años del Puerto de Almería, España)

miércoles, 13 de mayo de 2009

Microbiografía


Me levanto atolondrada como siempre, desayuno en pijama y voy al placard a buscar ropa. Me visto con lo que pensé anoche.
Al pasar por el espejo me doy cuenta que no es lo adecuado para mí.
Revuelvo, me pruebo y cambio mil veces. Vuela lo descartado a la cama, saco más y combino con otras.
Finalmente, el reloj apura y me quedo con el primer pantalón, la tercera polera, el sexto pulóver y la campera de siempre.
Casi corriendo tomo el bolso, cierro la puerta con llave y pienso en la montaña de ropa que quedó sobre la cama. Cuando vuelva deberé poner todo en su lugar.
Camino a la parada del micro, pienso.
No se quien soy hoy, pero sigo siendo yo.

domingo, 22 de febrero de 2009

Microcuento 1


Revolvió por todas partes, rascándose la cabeza.
Encontró el papelito con los nombres que había elegido.
Dudó. Ahora no recordaba cuál le correspondía a cada modelo.
Levantó los hombros resignado, esto se tenía que terminar para hoy.
-Está bien.-pensó- Al que tiene pito le pongo "mujer",...
y al que no tiene nada, "hombre"
.

miércoles, 28 de enero de 2009

Hoy seguro escribo


Ahora sí que voy a escribir.
Con el estómago lleno de buena comida, me va a salir algo que valga la pena leer. La intención es la mejor, me siento a la máquina y dudo. Prendo un cigarrillo para inspirarme con el humo de los dioses, y nada me pasa por la cabeza.
Me voy a la cocina buscando un café, y de gorda nomás, le pongo crema. Vuelvo a la escritura, mientras recuerdo que tengo algo de chocolate guardado en la heladera.
Todo sirve, me digo, para lograr un cuento o un relato.
Como quien hace fuerza con la mente, recorro historias y sentimientos en busca de uno que tenga la fuerza necesaria. Me acata otra vez la sed, saboreo en mi boca buscando eso que la calmará, y descubro que quiero de jugo de naranja. La cocina debería quedar más cerca en estos casos.
Por fin me vuelvo a sentar frente al monitor, previendo otros ataques, con una provisión de chicles, cigarrillos, algo de chocolate y el vaso de jugo fresco.

Miro la hoja virtual en blanco…
Me está faltando música, abro mis archivos preferidos. Pongo algo que me gusta, pero lo saco rápidamente para evitar una segura distracción. Elijo durante media hora temas como si fuera discjockey en un malón adolescente. Se me empiezan a mezclar los recuerdos. Mejor será esa radio que pasa música sin comentarios.

La página sigue sin palabras.
Miro en teclado con fuerzas y descubro que mis uñas están desparejas. Traigo una lima, y emprendo la tarea. Sí, la de embellecerme las manos.
A esto le sigue buscar el esmalte, pintarme con delicadeza y soplar un buen rato para que se sequen. Extiendo mis manos al frente. Este color me queda bonito (pienso en la palabra “bonito” y recuerdo que ningún buen escritor la pondría en su literatura por miedo a ser acusado de ser infantil o improvisado. No saben lo que se pierden, es una palabra simple y cálida en mi recuerdo como la primera pisada de la alegría.)

La literatura me espera. Enderezo la espalda para mejorar la postura. Tomo los anteojos que descansan la vista y evitan el reflejo. Me concentro respirando lento y profundo.
Un sahumerio le faltaría a la habitación para sentirme mejor, un aroma que me de tranquilidad.
Porque es la tranquilidad la que me está faltando.
Repaso todo lo que me quedó pendiente del día laboral. Mañana voy a solucionar eso que no pude terminar hoy. Recuerdo charlas, gestos y situaciones en busca de errores, malentendidos o conspiraciones latentes.

Suena el teléfono y escucho una oferta de la empresa que me quiere engatusar para que gaste más dinero en ellos. No se cómo pero me pongo a retrucarle, uno a uno todos los argumentos.
La telemarketer se cansa y se despide malhumorada. Gané otra batalla. ¿La gané?
Me cuestiono la energía que pierdo en estas guerras contra el sistema.
Me doy cuenta que ya no voy a poder escribir lo que quería. Me han sacado de mi centro con esas pavadas, y mi inspiración se fugó.
Cierro el programa de escritura, tomo el vaso de jugo, abro el solitario y me pongo a jugar.

Seguro que mañana, me sale algo mejor…